A veces, sin darnos cuenta, la vida se nos vuelve un estado anestesiado, vacío y hasta triste, de esos en que no sabemos bien para qué estamos en este espacio tiempo que nos ha tocado vivir, aunque sabemos que el que despierta se vuelve luz.
Somos piezas clave en los grupos para mantener el engranaje funcionando pero, el que despierta se hace luz cuando logra darse cuenta de que ha estado enajenado del natural estado de felicidad que a todos nos corresponde vivir.
Desesperarse por atender a quien en nombre del amor lo pide, sin cansancio ni agotamiento pero sí con falta de coherencia, cordura y amor propio es llamado para entender que el que despierta se vuelve luz.
También sostener en el tiempo la honra a ese grupo llamado familia aún cuando sabemos y sentimos que nos hace mal valida la decisión de decir basta, cuando el que despierta se vuelve luz.
Reza el dicho que las tribulaciones no duran cien años ni hay cuerpo que lo resista pero, ¿existe necesidad alguna para aguantar, resignarse y agobiarse de por vida si sabemos que el que despierta se vuelve luz?
¿Qué es lo que me quieres decir con esto?
Haré un intento por explicártelo:
Érase una vez una niña que sólo conocía a las personas de la familia en la que nació, discutían pero era lo habitual y las normas variables a voluntad tenían, al ser infringidas, severos castigos.
Las caras en esta familia eran de ojos grandes y brillantes como los de un niño a quien empiezan a dejarse caer sus lágrimas.
De nada servía que alguien ajeno se acercara a consolarles pues la reacción era dura y tan inquebrantable como la coraza de una armadura.
Un día la niña, observadora por naturaleza y callada por aprendizaje, empezó a acercarse a personas diferentes en las que veía la calidez de una sonrisa, también las palabras amables que nunca antes recibió.
Sin embargo, tratar de hacerse parte de otras familias al principio fue difícil porque no sabía cómo y era obvio pues no había conocido nada más.
No fueron pocos los tropiezos, hoy después de tanto tiempo aún los tiene, y entendió que el que despierta se vuelve luz avanzando de un paso a la vez, a veces hacia adelante y también hacia atrás.
Este camino estaría signado por la responsabilidad para la cual el que despierta se hace luz, inspirar y dar testimonio a quienes no conocen nada más y necesitan a alguien que les guíe para hallar la salida.
Resumiendo
Lo que he querido decirte hoy es que, cuando nuestro corazón no canta, nuestra mirada está apagada y nuestro ánimo abatido con regularidad, es señal segura de que algo nos roba la felicidad.
Alcanzar la salida no viene de la insistencia externa sino de la curiosidad íntima y anhelante de descubrir si hay algo más que sea distinto a lo que estás viviendo.
De esa manera nacerá el deseo aventurero y genuino de activar todo tu potencial y descubrir que sólo el que despierta se vuelve luz.
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Rosa Masi
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Para mí el título me atrajo a leer porque: hace años sentí un despertar. Y esa motivación intrínseca me hizo ser consciente de que puedo hacer más con mis dones y talentos y vivir de ello, he pasado por una transición, en el camino he visto la realidad desnuda, he aprendido mucho y siento que el despertar hace que uno quiera compartir con más personas… Es un autoconocimiento muy bonito.
Hola Kris, tal como lo mencionas despertar es una transición que divide nuestra vida en un antes y un después. Gracias por leerme